Hoy es el turno de una nueva versión de la película original de 1957 “El tren de las 3:10” (“3:10 to Yuma” en versión original). El remake del clásico de Delmer Daves está dirigido, 50 años después, por el responsable de títulos tan dispares como “Cop Land”, “Inocencia interrumpida”, “Kate & Leopold” o “En la cuerda floja”. Quizás sea está variedad en la filmografía del neoyorquino James Mangold lo que le haya permitido salir airoso de una película en que se impone una lucha constante entre el melodrama y la acción. Y aunque su trabajo resulta especialmente sobresaliente en lo segundo, consigue alcanzar una profundidad increíble en el soberbio desarrollo de la relación entre los opuestos personajes de Russell Crowe y Christian Bale.
El Western es un formato que se presta al lucimiento como director. Planos de paisajes memorables, dominio del ritmo, construcción y desarrollo de personajes, miradas e iconos, sonidos de leyenda, el bien, el mal y su frontera. No es fácil pero si sabes hacer las cosas te queda un producto fetén. Y James Mangold logra hacer de está su mejor película.
Todo buen Western necesita una buena música y aunque la composición de Marco Beltrani pueda ser bastante funcional en algunos momentos (lo cuál no es necesariamente malo) logra llegar al espectador en las situaciones clave. Tanto es así que recibió una nominación a la Mejor Banda Sonora en los Oscar 2007 (también fue nominada a Mejor Sonido).
En definitiva, nos encontramos ante una película muy completa, con excelente interpretaciones (además de Crowe y Bale no hay que olvidar al joven Ben Foster que ya despuntó en la excelente “Alpha Dog” o al casi homenajeado Peter Fonda), una realización de libro (ágil e inteligente en las escenas de acción) y un fondo moral que se trata tan bien que no importaría que haberlo explorado un poco más. Que mejor forma de despedir este post que con una memorable frase de Ben Wade (Russell Crowe):
“A cada hombre le parece correcto su proceder, Byron. El señor juzga los corazones. Provebios 21.“